LAS CAUSAS DE UNA CATÁSTROFE HISTÓRICA
Decenas de muertos, miles de evacuados, pérdidas millonarias dejó la inundación en Capital, Gran Buenos Aires y La Plata. Por qué pasó. Las reacciones políticas y la siempre presente solidaridad de los argentinos.
Eran las tres y media de la mañana y el cielo, encapotado desde mucho antes. Un alerta meteorológico de los tantos había movido a los porteños a tomar algunas precauciones, las mínimas, como la de colgar la ropa adentro de las casas. El cielo bramó. La lluvia y el viento desatados parecieron eternos. En Barrio Mitre, un pequeño vecindario próximo a la frontera con la provincia, Antonio Maciel, un padre de familia de 45 años, instaló la compuerta, conocedor de los riesgos de vivir bajo nivel. El agua subió de repente y superó los marcos de las ventanas. “No pudimos hacer nada, y fuimos arriba a la casa de los primos y llevamos los dos chicos arriba y mi suegra y mi suegro que está enfermo. Falleció una vecina, que quedó adentro y murió ahogada”. La catástrofe se abatió sobre Buenos Aires y sus alrededores y horas después y con mayor virulencia, sobre La Plata. Capricho de la naturaleza mezclada con imprevisión humana, se llevó la vida de seis personas en la ciudad de Buenos Aires y más de cincuenta en la capital bonaerense. Las pérdidas son incalculables. El enorme desastre también permitió mostrar otro costado de la sociedad, y entonces llegó la solidaridad como un soplo de vida. Y como en toda tragedia, también los actos miserables. “La Metropolitana se preocupaba más por el shopping que por nosotros y trajeron un montón de coches de asalto”, se lamenta Antonio.
El clima. El fenómeno meteorológico que azotó varias zonas del país, pero sacudió con especial fuerza la Capital Federal, el Gran Buenos Aires y La Plata, no es una catástrofe más. Responde al cambio climático que se experimenta a nivel global y que empieza a mostrar su fea cara.
Para intentar explicar este fenómeno, Veintitrés consultó a Antonio Deane, titular del servicio de información climática Weather Wise Argentina, quien señaló: “Hay que entender que estos fenómenos climáticos existen de una manera caótica, pero existen, y en casi todas partes del mundo. Pongamos como ejemplo el huracán Sandy, que impactó hace poco en la ciudad de Nueva York. Fue previsto con antelación, pero los factores que lo crearon son más o menos parecidos al sucedido en nuestro territorio”. El experto en agrometeorología se apoya en el caso de Estados Unidos para explicar mejor lo ocurrido en la Argentina. “El huracán, de tremenda potencia, se alimentó del vapor del golfo de México, que tenía una temperatura de 30 grados, aunque tiempo después los expertos reconocieron que había sido una tormenta tropical. En Buenos Aires, sus alrededores y La Plata el fenómeno se puede explicar así: en el cielo hay áreas donde existe vapor en suspensión y otras áreas secas. El Río de la Plata, una masa de agua de baja profundidad y cálida, bombeó el vapor hacia el 60 % del territorio. Para que una gota de agua caiga del cielo hacen falta 7 mil partes de vapor. Entre Buenos Aires y Mendoza hubo un centro de baja presión que aceleró aún más el ingreso de vapor proveniente del río. Durante la madrugada del día 2 hubo cinco tormentas entre Bahía Blanca, Buenos Aires y Montevideo”.
–¿Fallaron los pronósticos?
–Los pronosticadores podemos fallar, y hace tan sólo una semana erramos con una precipitación copiosa ocurrida entre San Nicolás y el sur de Córdoba. La de La Plata y Buenos Aires fue prevista por los modelos de pronóstico, pero no se pudo suponer la real magnitud y semejante descalabro. Hubo radares meteorológicos que no leían hacia el oeste y sur.
Durante la noche del 4 de abril de 2012 se desató una tormenta huracanada que dejó un tendal de daños materiales y la pérdida de 25 vidas. El 6 de diciembre por la tarde, una elevada temperatura ambiente terminó en un fuerte aguacero. Poco tiempo antes, el Grupo de Trabajo II del panel intergubernamental de Cambio Climático de Naciones Unidas, con el meteorólogo Vicente Barros a la cabeza, presentaba en sociedad un estudio. El paper aseguraba que el territorio bonaerense padecería lluvias más agudas y sugería la realización de obras consistentes en canales aliviadores y sistemas de alerta. Las inundaciones se hicieron más frecuentes en la década de los ’70. La impermeabilización de los suelos a costa de tanta agua caída ya no alcanza a evaporarse ni a drenar.
Greenpeace, por su parte, reclamó a las autoridades tomar en serio el cambio climático: “La cuestión ambiental nunca ha sido prioritaria y hay que reconocerlo como problema… es necesario estar prevenido para este tipo de fenómenos cada vez más excepcionales”, señaló en un comunicado. Agrupaciones en pro de la conservación de los bosques afirman que en los dos últimos años se desmontaron un millón de hectáreas, área equivalente a 50 veces la Capital Federal.
Respecto de estos fenómenos, ante la pregunta de si la Argentina está “tropicalizada”, la doctora Matilde Rusticucci, directora del Departamento de Ciencias de la Atmósfera y los Océanos e investigadora del Conicet, respondió: “Claramente no. Un clima tropical implica que la temperatura es constante a lo largo del año, y en nuestras latitudes tenemos estaciones bien marcadas. Lo que sabemos, por estudios realizados en nuestro país, es que las temperaturas aumentaron significativamente, en casi todos los meses”.
–¿Estos son episodios climáticos aislados o tendremos que acostumbrarnos?
–Los llamamos “eventos climáticos extremos”. Sabemos que la frecuencia ha ido aumentando en nuestra región, y que según los modelos climáticos globales que se utilizan para proyectar el clima en los próximos años, esta frecuencia seguirá incrementándose. Esto quiere decir, claramente, que debemos saber que van a ocurrir más seguido.
–¿Por qué no se llegan a predecir con más tiempo?
–El alerta de lluvias extremas estaba difundido por el Servicio Meteorológico Nacional. El problema es que un sistema de alerta se completa cuando le llega a la población la información de las acciones a tomar.
Para Pablo Canziani, director en Ciencias Físicas e investigador del Conicet, el Servicio Meteorológico Nacional está resurgiendo de décadas de desmantelamiento y abandono. En 1966, el entonces presidente de facto Juan Carlos Onganía transfirió a la órbita de la Fuerza Aérea un organismo que fue primero en Latinoamérica y segundo en el mundo. “Con el tiempo fue perdiendo su parte operativa y con las privatizaciones de los años ’90 de Ferrocarriles Argentinos e Hidronor que aportaban redes meteorológicas, se sintieron los efectos”, señala Canziani, quien es además director de Estudios Atmosféricos de la Universidad Católica Argentina. “Desde 2005, el SMN está bajo la órbita del Ministerio de Defensa y con apoyo de Ciencia y Técnica. Confío en que con el tiempo las funciones y la tecnología van a mejorar para que podamos pronosticar mejor los fenómenos. El modelo de predicción debe ser tan bueno como el dato que se ingrese en él”, añade el especialista.
Antonio Elio Brailovsky es un ambientalista que en 2010 publicó Buenos Aires, ciudad inundable en la editora Capital Intelectual. En sus páginas dio pistas sobre varias de las causas por las que la ciudad capital se inunda una y otra vez. “Para la cuenca del Maldonado, uno de los templos es la construcción de la autopista Perito Moreno durante la última dictadura militar, cuando se atravesó el techo de canalización con las columnas de sostén a la altura de su cruce con la avenida Juan B. Justo; los escombros nunca fueros retirados y obstaculizan el normal escurrimiento de agua del arroyo en la entrada de la ciudad”. También apuntó al auge de los barrios privados que rodean la metrópolis: “Tenemos un conjunto de urbanizaciones de lujo –vendidas como “parques náuticos”– en los humedales del Delta del Paraná. La estrategia de todas es la misma: construir en el pantano, sobreelevando una parte del terreno, para lo cual se toma tierra del fondo de una laguna interior. Estos proyectos carecen de un adecuado estudio hidrológico que garantice que no van a inundar a los vecinos, de modo que es probable que por lo menos algunos de ellos lo hagan”.
El reconocido arquitecto Rodolfo Livingston aporta que “la ciudad y el conurbano son una sola unidad, y la ciudad avanza a causa de la especulación inmobiliaria. Se ignora lo que está abajo y arriba, la naturaleza, y de pronto todo hace crisis. Existe un viejo plano de Buenos Aires donde están todos los arroyos, un plano que explicaba cómo corrían las aguas de las lluvias. Esos cursos de agua fueron tapados, y a los ríos no les gusta que los metan en tubos. Asfaltan todas las calles y todo el mundo lo ve como algo mejor. Los países tienen en común que creen en el consumo indefinido. Más consumo, más salarios, más desarrollo, y eso es imposible. Aparece así el calentamiento global, no hace falta seguir fabricando autos, por ejemplo. Por día, en el país nacen más autos que niños”, y argumenta sobre la base de su experiencia en Cuba, donde todos los habitantes ayudan a reconstruir las casas después de una catástrofe. “La comunidad organizada puede colaborar en la reconstrucción. En este caso hay 350 mil evacuados en un área con cuatro millones de familias, y es mucho lo que se puede hacer. Acá hay que destapar los desagües pluviales y protestar. Cuando se pretendan hacer ‘nordeltas’ tiene que haber alguien que diga que no”, agrega Livingston.
Fuente e Informe completo: http://veintitres.infonews.com/nota-6534-portada-titulo.html
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